lunes, 25 de enero de 2010

Ellos, solos en un cuarto



El pequeño hombre había abandonado el cuarto y se dirigía seguramente hacia el cuarto de la derecha, el próximo.
Caminaba pausadamente como dejando un pesar detrás de él lentamente se acerco, ingreso y cerró suavemente la puerta.
Su imagen se agigantaba frente a la persona elegida, con un juego de sombras en la pared su imagen aumentaba de tal forma que creaba una gran sensación de suspenso, casi de terror.
En los pasillos no se escuchaba ni un rumor, los cuartos de espera despedían un fuerte olor a humedad a abandono, las paredes grises, llenas de sombras de personas que alguna vez habían llenado esas vacías sillas.
Con sus extrañas ropas y la última persona de todo el día frente a él, decidió cambiar su rutina. Su rutina ya lo aburría a esas altas horas del día.
Hoy decide que esa última vez sea distinta, él invita a ponerse de pie a ella, le suelta el pelo, suavemente acaricia sus extensos brazos, camina a su alrededor haciendo que su mirada sea un piropo, un mimo.
Ella de pie solo espera. Sus ojos cerrados sintiendo el viento que deja él al caminar tan cerca, tan despiadadamente.
Una vez más, él se encuentra agotado, está cansado de hacer siempre las mismas cosas que las personas no entienden entonces lo mal catalogan.
El no tiene ni un gramo de maldad en su ser, solo lo hace porque es su trabajo, es una orden.
Con una gran lastima, se prepara a realizar su última tarea del día, luego de varios segundos de más, de varios segundos perdidos de su jornada sutilmente ata las sedosas manos de ella, ella sigue en pie sin despedir ni un solo sonido, a la expectativa.
Él sigue con la idea de cambiar su tarea de hacerlo de otra manera, se acerca a ella, la mira, se acerca hasta que sus narices choquen, ella como un leve reflejo tiende a quitar su rostro hacia atrás y en ese preciso momento el zarpa su ultimo y letal movimiento, la besa.
Él sentado en esa habitación donde ya no entra el sol, con ella recostada sobre sus esqueléticas piernas, los dos solos, mirándose mutuamente sus ojos ya vacios, pidiéndose perdón en silencio, pidiendo una nueva oportunidad, en distintas circunstancias, una mejor opción para vivir ese último momento pleno, sin ataduras, sin miedo, para siempre.