sábado, 3 de octubre de 2009

En la nada misma


Como todos los días, cada día, en la misma nada.
Esperando todos los días cambiar aquel día que le dio sentido a nada a esta vida, que golpea, que duele, que vive, que muere.
Muere para todos aquellos vivos que nos quedamos padeciendo el dolor más intenso de la vida, la muerte.
Muerte de aquellos que deciden irse, sin pelear, muerte de aquellos que los sorprende la enfermedad, que la parca los embosca en algún oscuro y trágico accidente.
Nos duele la muerte a nosotros los vivos que quedamos padeciendo, días, meses, años, vidas.
Algunos aceptan la invitación y acompañan a aquellos que se fueron para evitar el dolor, el duelo, pero la cadena no termina, se expande, se expande hacia otros seres vivos que quedan padeciendo, el dolor, el duelo, la muerte.
Esta expresión de descontento, es porque muchos deciden rechazar la maldita invitación de la prolija parca. Otros deciden quedarse, lloramos, padecemos, nos ponemos de pie y continuamos, para combatir esa onda expansiva destructora de vidas.
No somos utópicos, peleamos por no irnos, por todo lo lindo que hay acá abajo, por lo hermoso de vivir, por la sonrisa de oreja a oreja de nuestros amados acompañantes de este largo camino.
Padecemos, día a día, luchamos, reímos, lloramos, nos abrazamos y todo vuelve a empezar, porque cuando a la nada misma le cambiamos el nombre, deja de ser nada, por ser algo, el nombre que le pongamos, ese nuevo nombre, cobra vida, y ahora el ciclo de los días funciona en contra del ciclo, día a día completamos la nada, convirtiéndola en algo distinto, en algo mejor, para que día a día nos aferremos a eso que de alguna manera nos distrae de nuestro destino evitando pensar en el inevitable final para todos los seres vivos.