viernes, 15 de octubre de 2010

El último trago



El silencio se había adueñado de la habitación, su ultimo grito le desgarro la garganta y ya no podía hablar. El sabor a sangre en su boca lo ponía en el lugar que quería estar, ahí sin compañía, sin ruidos, sin Dios.
Cerraba las persianas para que el sol no lo invada, en un negro total miraba como el humo del cigarrillo garabateaba en el aire.
Sus manos sujetaban fuertemente su cara, hasta doler, la saliva se volvía espesa y él quería sentirse así, estaba desvastado.
El teléfono fue el único valiente que se animo a romper con el silencio del lugar, sonó dos veces. Su cara se transformo, quién se atrevía a molestar, levanta el tuvo y escucha – Señor cliente la empresa le informa… corta con furia y al mismo tiempo destroza el teléfono contra la pared y grita – atrévete hacer un ruido y te va a pasar lo mismo. La inmensidad de la habitación se reía de su delirio, ahí donde el se encontraba no había nadie más que el.
Señalaba el rincón y se rasgaba los brazos con sus uñas, estaba tenso, él mismo se veía en el rincón y no se gustaba, quería destruir su imagen, no quería ser más él.
Decide recostarse, todo maltrecho por sí mismo, cansado, levanta desde el suelo el vaso de whisky, arde al pasar por la garganta e intenta soltar una frase al aire, su garganta duele mucho, y ahí van tres de las palabras que nunca supo usar – Perdón, te amo y ayuda. Suelta el vaso de whisky manchando el piso, cierra los ojos y adiós.