viernes, 30 de abril de 2010

Volver a oír

De repente el mundo se quedo sin oídos, de repente nadie tuve más que decir.
Esas anheladas palabras de aliento, se quedaron sin voz, sin lugar ni tiempo, sin lugar para mi.
Sordos y distantes los momentos de soledad se agolpan uno detrás de otro, intentando no acompañarse, venir pausadamente de a uno, así la soledad se instala por mucho más tiempo.
De chico el sana, sana, curaba todo, hasta el corazón. Hoy no escucho ninguna palabra de aliento que apuntale el alma, cuando la puerta se cierra detrás de mí, solo me esperan las fotos que quiero imaginar, los buenos momentos que quisiera revivir y la tremenda necesidad de escuchar, de escucharte.
Debajo de los parpados las lagrimas se agolpan y el nudo en la garganta es cada vez más grande, no deja respirar, no me deja gritar.
Ese fantástico mundo que una vez imagine se desmorono, hicieron que se caiga cada estructurado plan y me tapo.
Él tan sordo como el mundo ya no oye, en el aire se desvanecieron sus sueños creados a base de hermosas palabras puestas en orden por alguien que alguna vez lo acompaño.
Es tarde, sus ojos hechizados por miles de lagrimas ya no quieren ver, sus manos vacías aprietan el aire, mientras el tiempo dibuja arrugas en su rostro.
Ahí va, respira profundamente, una vez más, tal vez la última, la persona que dejo de ser, ya no escucha, ya no ve, su tácito mundo hecho polvo, tan solo como se ve en sus recuerdos, lleno de dolor desliza sus manos sobre sus piernas como dejándose caer hasta el frío suelo, donde lo esperan sus sentidos, sus sensaciones y sentimientos, donde al reunirse nuevamente su cuerpo y alma, tenga el coraje para volver a oír esas palabras de aliento que solo ella puede volver a decir.