lunes, 20 de octubre de 2008

Atardece en ese extraño lugar


La tarde comienza a irse, los colores del atardecer iluminan la terraza, un leve viento sopla un frío que estremece la piel. La fresca primavera nos encuentra juntos mirándonos, encandilados el uno por el otro. Tus suaves modos y la intensa luz de tus ojos me hacé disfrutar de tu compañía, me distiende. Es agradable escucharte y sobretodo verte reír. Me gusta compartir mi tiempo con vos. Dentro de la casa se cocina a fuego lento la comida que tanto tiempo te llevo preparar. El suave gusto del vino acaricia nuestros labios mientras nuestras manos se atan detrás de nuestras espaldas buscando el refugio que ambos necesitamos. Con una liviana frazada tapo tus pies y paso mi brazo por detrás de tu cabeza sosteniéndola mientras atinas a dormirte. Con mi copa casi vacía, te beso el cuello mientras lentamente acaricio tu mejilla. El olor de la cena invade la habitación nos levantamos del sofá donde mágicamente soñábamos el amor. Descalza caminas hacia la cocina, con el pelo suelto y con tu remera que me deja ver tu espalda, veo tu pausado caminar y la hermosura de tu figura que ahora se aleja para luego volver y cumplir con la cita de la cena en casa. El televisor mudo cumple la función que deberían tener las velas sobre la mesa en una velada romántica. La intensa noche brilla por sí misma, la música que me gusta suena desde la pieza mientras te escucho tararear la canción sin conocer la letra.
Es todo tan perfecto para una primera noche que siento que nada puede fallar, no existe nada allá afuera que pueda arruinar este encuentro, esta primera noche tan nuestra como de dueños vacios. Los sentidos se agudizan el calor de nuestros cuerpos nos desnudan y conozco una parte de vos que me fascina, te levantas de la silla, caminas hacia mi, te sentas en mis piernas. Me encanta tu sonrisa. Te seco las lágrimas y te pregunto porque haces que recorran tu rostro. Me miras tan fijo que tus ojos me enamoran, llenos de brillos por esas dos lagrimas que dejaste caer, siguen fijamente mirando los míos, me encanta verte y tenerte conmigo, tu silencio me responde, te beso, me esquivas la boca y me susurras al oído que te bese como a vos te gusta. Mis labios desesperados chocan con los tuyos fundiéndonos en un solo cuerpo, una bella figura iluminada por la luz de la luna que entra desde la ventana que da al patio.
Dos copas vacías sobre la mesa, ropa por todo el suelo, las cortinas de la habitación que dejan entrever el verde del oscuro patio, tu desnudez sobre la mía, tu pelo sobre mi pecho y nuestros sueños juntos descansando iluminados por la tenué mañana que después de una hermosa noche comienza a dibujar los pronósticos que ambos pretendemos el uno para el otro sin que importe demasiado el contexto adverso que nos rodea.