lunes, 29 de octubre de 2007

Nada que decir, mucho por hacer



Los piecitos ampollados de chancletear las zapatillas, el pelito cortito todo parado, me mira con unos ojos de nene y a la vez me da la mano saludándome como un adulto, su voz cansada pero no de jugar. Todos los días recorre los vagones de los trenes pidiendo, no solo monedas, sino que le devuelvan el saludo, que lo hagan parte, él quiere ser parte. Más allá de cualquier realidad estos nenes todavía tan chicos con sus manitos sucias, con sus hermanitos a cuesta, vagando, todos los días...
Creo que no quieren eso, que no se imaginaban la vida así, su infancia así, cambiar la casita del árbol por los vagones del tren, las figuritas por almanaques, la escuela por la plaza, la infancia por la muerte. Muerte social, exclusión, integrante de una sociedad que para muchos no existe, no se mira, discrimina y desprecia.
Sus ojos tan humanos, tan chiquitos y tan tristes, me dan bronca, me hacen llorar, me muerdo los labios de impotencia, qué puedo hacer, soy de los que creen que siempre hay algo para hacer sobretodo a la hora de hacer por las personas. Yo te quiero ayudar, lloro con vos, te regalo mi sándwich y mi botella de gaseosa, tu sonrisa me patea el corazón, me lo arranca, no se si me gratifica lo que hago o intento hacer por vos, no me conforma solo esa sonrisa efímera, ese instante, se que el rechazo debe ser una cachetada indolora e indirecta, al no comprender muchas veces gestos de desprecio de las “personas” hacia una personita tan chiquita, tan sola...
Solo, todos los días pidiendo ayuda, pidiendo vaya a saber qué, ¿qué pedís? Pedís jugar, pedís autitos, pedís un saludo, un beso, un abrazo, pedís infancia, la etapa mas linda de la vida, quien te la ha robado, quien puede cambiar esta realidad, te dejo mi abrazo, mis viejos juguetes, comparto con vos este ratito, te dejo un beso y hasta mañana.