jueves, 11 de diciembre de 2008

Sentirse un idiota


No es muy difícil creerse inteligente para algunas cosas. Cuando la maestra de chicos nos felicita o cuando ya en la adolescencia uno pasa por aquellos terribles exámenes que tanto temor daban con altas notas sin haber estudiado.
Dudo que la inteligencia del hombre pase por exámenes donde las respuestas ya están escritas, más allá de haber o no estudiado, las respuestas a las preguntas de exámenes existen.
Creerse inteligente frente a los lugares incómodos de la vida, ahí es donde uno realmente debe ser inteligente. Esos lugares que pensaste, planeaste con tanto cuidado y que al final, termina saliendo todo como otros disponen. No otros menos o más inteligentes sino, simples otros.
Los planes dentro de la inteligencia emocional no se programa. Uno no puede planificar cuando querer, como amar, o como reaccionar ante hechos que uno ni siquiera se imagino que iba a vivir.
La vida, nos va dando de a poco herramientas para aprender acompañarla, no para aprender a vivirla. Muchos de todo lo que pasa siempre, terminando dando lecciones de como debe ser y actuar.
Pero los contextos cambian, las personas cambian, los sistemas, el mundo y así también las relaciones entre los hombres.
Miles de similares situaciones, similares, algunas más dolorosas que otras, todas distintas, con rasgos que se le parecen a la anterior, ganas de querer parar y saber cómo van a seguir las cosas, luego de sentarse frente a una persona, mirarla a los ojos y sentirse ese ser tan idiota, que se odia, se odia por no saber, por no poder programar ni planificar lo que le pasa, porque ese ser no sabe que dentro suyo, habita un ser perfectamente idiota ante las situaciones a las que lo enfrenta su seudo enemigo de cuatro letras.