miércoles, 23 de julio de 2008

Una noche de intenso dolor


Maldito dolor que no me deja en paz, necesito descansar, que se acabe este suplir. Me siento desprotegido, solo, sin refugio donde calmar este dolor.
Miro el techo, respiro despacio, pienso en profundidad como curar esta herida, como esquivar esta dolorosa noche. El insomnio me desconcierta, camino. La noche se deja ver entre la persiana, la luz de la luna me acompaña hacia la cocina, donde intento tomar agua para poder destrabar el nudo en mi garganta. Es tarde, estoy cansado, necesito poder descansar, pero la dolencia me lo prohíbe, siento un terrible pinchazo en todo el cuerpo.
Un calor que quema me recorre el interior desde arriba hacia abajo, me tiro en la cama, resignado a estar toda la larga noche en vela, comienzo a transpirar, tengo fiebre.
Como parar con este dolor, reviso todo intentando tomar algún analgésico que me deje dormir unas pocas horas, es dolor es insoportable, estoy fastidiado. Necesito ayuda, quiero gritar, pienso en vos, ayúdame, el dolor me da miedo, nunca sentí nada así, siento que si cierro los ojos, mañana no podre verte...
No se que pasa, no paro de girar, y dar vueltas, pienso que son los efectos secundarios de haber cuidado mal mi cuerpo, de no poner atención aquellas cosas que uno deja pasar.
El cansancio me gana, el dolor no da tregua, me pincha hasta el rostro y siento mis brazos y piernas tiesas, quiero moverlas, pero cada vez que intento hacer un esfuerzo, mi dolor se acrecienta, pierdo la estabilidad de mis pensamientos, ya no pienso en vos, ni en pedir ayuda, ni siquiera puedo gritar para despotricar contra la impotencia de sentir que el dolor me vence, que ya no puedo más. Mis ojos se cierran, los pensamientos y recuerdos se desvanecen, entonces el dolor cesa, mis piernas y brazos recuperan sus fuerzas, mi rostro sonríe mirando al sol que entre por la ventana. Buen día, día, empezamos de nuevo.